domingo, julio 25, 2010

Responsabilidad social y los nuevos retos laborales

Autores: Jorge Méndez y Adriana Pulido


La tradicional familia mexicana usualmente conformada por padre, madre e hijos, casados por la iglesia católica donde las relaciones de noviazgo guardaban mucha formalidad y respeto. Las parejas no hablaban entre ellos de temas como sexo, hijos, dinero, alcohol, educación de los hijos, sueños, planes de vida; los roles estaban perfectamente definidos. Cuando dos personas estaban juntas, nadie tenía dudas de cuál iba a ser su función dentro de la familia.

La mamá siempre protectora, al tanto de los hijos y del esposo, atendiendo la casa, siempre dispuesta a dar más. Por otro lado estaba el padre todopoderoso, el sustento de la familia, él indicaba lo que tenía que hacer cada quien, sin cuestionamientos.

A partir de la década de los años sesenta las mujeres empezaron a tener un papel proactivo dentro de la familia, las mujeres defendieron sus derechos y planes de vida, se volvieron seres individuales dentro de un sistema opresor que nunca antes había permitido que ellas tomaran decisiones propias; derivado de esto, la comunidad internacional comenzó a dar conferencias mundiales sobre el estado de la mujer, como México 1975, Copenhague 1980, Nairobi 1985 y Beijing 1995 y fue gracias a ellas que se empezaron a asentar las bases que protegen a la mujer en los campos tanto laboral, protección a la maternidad, a la igualdad de oportunidades, seguridad social y condiciones de trabajo en general.

Pero esta revolución femenina se ha mal entendido, ha sido una revolución coja que lo único que ha atendido son los derechos de la mujer por realizarse como persona y ha dejado de lado los roles de la familia; los hombres no han podido llenar los huecos que dejan las mujeres trabajadoras en el hogar. La función de la mujer ha cambiado, pero la del hombre no.

La mujer que trabaja tiene varios papeles, este concepto que se ha denominado como de dobles y triples turnos se refiere a todas las actividades que realiza la mujer dentro de los diferentes ámbitos de su vida a diferencia del hombre que ha vivido esta revolución como un espectador, lo ha hecho así en el trabajo y en el hogar.

En la Encuesta Nacional de Utilización del Tiempo (ENUT) del 2002, se vio que el hombre dedica 49 horas a la semana al trabajo, mientras que la mujer lo hace 39 horas con 29 minutos. En actividades del hogar el hombre dedica a la semana 42 horas con 37 minutos y la mujer dedica 78 horas con 56 minutos; esto hace un total de horas trabajadas a la semana para el hombre de 91 horas con 46 minutos y para la mujer de 118 horas con 25 minutos dando como resultado una jornada laboral para la mujer más larga que en comparación con la del hombre. Esto le deja a la mujer aproximadamente siete horas libres en las que tiene que dormir y aprovechar lo que le queda para el ocio y la convivencia familiar.

Bajo este concepto, el reto de las madres trabajadores, pero principalmente de la sociedad, es fomentar el compromiso de los hombres con la familia. Es decir, fomentar la corresponsabilidad familiar que significa que no sólo las mujeres son la que deberían poder salir antes de su trabajo para atender a la familia ni para ir a los festivales de los niños y niñas, para llevarlos al doctor o para cuidados familiares de otros miembros. Ahora, mujeres, hombres, empresas y sociedad deberían entender que la familia está liderada por dos personas y no por sólo una.